Welcome Joe Biden

La alegría de las últimas elecciones en los Estados Unidos tiene fundamento en la tranquilidad, sin duda los retos del presidente Biden pueden verse en la reactivación de las tareas pendientes del presidente 44° de ese país,  Barack Obama.


Por: Mario López Viveros


Director Nacional de Relaciones Internacionales e Institucionales (ORI) de la Universidad Libre.

Coordinador de la Cátedra Gerardo Molina de la Universidad Libre.

Twitter: @MARITOL

 


 

La alegría de las últimas elecciones en los Estados Unidos tiene fundamento en la tranquilidad, sin duda los retos del presidente Biden pueden verse en la reactivación de las tareas pendientes del presidente 44° de ese país,  Barack Obama.

 

Ayer asistimos a la alegría del cierre de las votaciones tras un proceso electoral reñido que despierta grandes preocupaciones, pero también ilusión por encontrar soluciones a lo que enfrentamos.

 

 

La democracia se basa en resolver problemas económicos

 

En el campo económico Biden tiene varios retos, pero quizá el más fuerte tendrá que ver con la reducción del déficit federal que Trump no pudo frenar. La gran depresión provocó un aumento significativo en el nivel de la deuda federal, el gasto público se incrementó en el gobierno republicano y, sumado a  la reducción de los impuestos, ha provocado un déficit anual imparable.

 

Del mismo modo, se suma a este indicador la inusitada aversión de Trump a la interdependencia y a las relaciones económicas entre Estados, olvidando su principal compromiso económico con los americanos, el cual buscaba la reducción del déficit comercial.

 

En efecto, en el gobierno de Trump aumentó ese déficit pese a que el ex presidente Barck Obama trabajaba constantemente por su reducción. El déficit comercial es importante en la medida en que demuestra que los Estados Unidos compra más en el extranjero de lo que efectivamente produce.

 

Así, el remedio de Trump bajo el lema “América para los americanos” y “Amor por los aranceles” evidenció con claridad que el crecimiento económico norteamericano, que al parecer se muestra próspero, se hace bajo modelos falsos de reducción de impuestos y fuertes negociaciones para restringir lo acordado en los tratados de libre comercio.

 

No hay duda tampoco de que la fortaleza del dólar provoque la embriaguez del consumo. El gran desafío que lanzó Trump -competencia económica a como diera lugar- le trajo consecuencias al resto de países del mundo, en especial a los más débiles.

 

 

Los incentivos tributarios para apoyar el fomento de la industria nacional no fueron suficientes, la política de aranceles terminó por estancar especialmente a la manufactura sufriendo la famosa recesión técnica de 2019. Y no, los empleos no subieron en este sector. Lo que para Trump era motivo de orgullo simplemente se trató de una reducción del desempleo provocada desde 2011 al final de la recesión. El logro sostenido del nivel de ingresos de la clase media no se compara con las débiles cifras de la clase obrera, la más golpeada en esta época de pandemia. Y si el salario por hora fue recuperado por el gobierno Obama, es un asunto pendiente del nuevo gobierno dado su fuerte estancamiento.

 

 

Este panorama demuestra lo errático de la guerra comercial del presidente Trump. El afirmar que el crecimiento de un país extranjero reduce el nivel de vida estadounidense fue un error que pasa factura al pueblo norteamericano, porque en el mundo de los estados, diferente de las empresas, no es un asunto de ganar o perder.

 

 

Bienvenido sea Joe Biden y su política demócrata de reconocimiento al otro. Basta ya de abusar del PIB como indicador fiable en un mundo que muere de hambre. “Crecemos” según algunos economistas en ánimo negligente, pero nadie se ocupa de la precariedad de los empleos ni de los gastos médicos que deberá asumir para su propia supervivencia. Y aunque la confianza del consumidor se ha incrementado con Trump, no se puede olvidar que la base del bienestar está en el capital y el trabajo y estos fluyen hacia sectores que le den mayor valor agregado al trabajador.

 

 

En últimas, no esperamos que Estados Unidos solo exporte servicios y su industria no esté al nivel de competencia tecnológica que exige el mundo de hoy,  valor agregado no es sinónimo de este fenómeno.

 

 

 

Recuperar el liderazgo en el mundo protegiendo valores democráticos

 

 

Además de esta base esencial económica, Biden representa un respiro para la democracia. Citando a John Lewis, la primera mujer vicepresidenta, Kamala Harris, invita a las acciones para proteger los valores más importantes que la sustentan. Problemas de desigualdad y desconfianza en las instituciones solo provienen de un discurso global amenazante que sustenta los nacionalismos y que tiene como base el miedo al otro. Esto impide que Estados Unidos haya dejado de liderar problemas estructurales en el mundo y que son prioridad en las agendas internacionales.

 

 

Por tanto, el mundo celebra la llegada de Biden porque tiene aires de esperanza. Estados Unidos tiene la misión de reconstruir los pactos contra el cambio climático, los movimientos migratorios en condiciones de dignidad, los desafíos tecnológicos, y en especial en este último año el desastre provocado por la pandemia y las acciones globales que se exigen para enfrentarla. A nivel interno deberá irradiar al mundo políticas en contra de los abusos de la corrupción y de formular estándares adecuados contra esta lucha.

 

 

Y no será tarea fácil. El gobierno Trump despreció y abandonó sistemáticamente a sus aliados internacionales. Un sistema internacional creado por Estados Unidos como líder natural que promueve unos valores democráticos, pero que hoy enfrenta la renuncia de ese liderazgo para enfrentar problemas desafiantes, urgentes y que tienen líderes como Trump que, contrario a solucionarlos sobre la base de la igualdad, resuelven el asunto con fórmulas del autoritarismo, el antiliberalismo y el nacionalismo. Así las cosas, los temas hacia el mundo girarán en torno a la promoción de los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, la defensa contra el autoritarismo y la lucha contra las prácticas abusivas en materia de comercio.

 

 

En este sentido, Colombia tendrá una oportunidad única para converger con políticas y legislaciones adecuadas hacia esa nueva agenda global que impulsa el desarrollo, pero sobre bases de bienestar y sostenibilidad. Nuestra alegría sin duda es porque soñamos por mejorar nuestra calidad de vida y reducir nuestra propia pobreza.

 

 

 

*Mario Alejandro López Viveros es profesor de Derecho Internacional Privado, actual Director de Relaciones Internacionales e Institucionales de la Universidad Libre en Colombia. mario.lopez@unilibre.edu.co

 

 

 

 

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